La "china" Vero golpeó la puerta de mi casa una noche de enero,
no recuerdo qué hora era, pero de seguro eran más de las 9pm,
pero como era verano, eso no importaba,
lo que sí importaba, era el hecho de que traía un brillo en los ojos que me hacía sospechar
que algo traía entre manos.
Me saludó con una sonrisa casi burlesca y me preguntó si conocía a su prima,
no supe qué responder, aunque lo concreto era que no la conocía;
y ante mis dudas ella se adelantó y me dijo que su prima quería "pinchar" conmigo:
definitivamente, no supe qué decir.
Al día siguiente, al atardecer nos juntamos el grupo de amigos, como todos los días,
con nuestras bicicletas, esperando alguna idea para compartir y/o jugar;
cuando la veo acercarse con su prima y otras amigas.
El momento fue estresante: las amigas sabían lo que pasaba, mientras que yo, no.
Ella se acercó muy segura de sí misma y yo intentado ser osado, le comienzo a hablar,
comentándole que la noche anterior había conversado con Vero,
y me quedé sin más palabras, esperando encontrar en sus gestos alguna motivación:
hubo un tanto de nerviosismo controlado.
Yo no dije mayormente nada, pero tácitamente se entendió que yo quería que pasara algo con ella, a lo cual, ambiguamente dio a entender un sí.
Los minutos pasaron, anocheció, nos sentamos afuera de mi casa, en la vereda junto a los demás niños y jugamos a cosas de niños: corre el anillo y otros juegos del mismo calibre de aburrimiento.
Hasta que llegó el bendito momento en que juntas las primas me dicen que subamos el cerro,
y yo ansioso por saber qué era lo que iba a pasar, las seguí.
Los demás, abajo quedaron mirando expectantes a lo que ocurriría.
Estando arriba, caminamos por la arena hasta llegar a un apartado donde las luces de la ciudad no llegaban y quedábamos casi a oscuras, pero acompañados por la prima Vero.
Me acerqué hasta Paola y entre sonrisas nerviosas ella me abordó con un beso en los labios,
el cual no supe responder más que con la calma de los labios, cual beso descansado en la mejilla.
Ella denotó su experiencia y trató de despertar movimientos pero mi nerviosismo y ansiedad se comieron los recuerdos.
Bajamos del cerro y seguimos camino hasta la plaza donde nos sentamos en una banca,
nos tomamos de las manos e intentamos ser "pololos" por un rato,
rato en el cual, lo única que pasaba por mi cabeza era seguir practicando besos.
La noche terminó, Paola se fue al día siguiente, pues sus vacaciones en casa de su prima habían terminado. Comentó que volvería, pero no dijo cuándo.
Yo también viajé, junto con mi hermano fuimos a La Cruz a casa de los abuelos,
lugar donde todos los días pensé en ella,
pero más que en ella, en los besos...
quería volver a besar y sentir ese calor y esa vibración,
fuera con ella o con otra,
pero idealmente con ella, para seguir probando su sabor y su manera.