Con el pasar del tiempo, es recurrente que ella prefiera hacer cualquier cosa, antes de estar conmigo.
Pienso si esto es una reacción persistente, vengativa de parte de ella a aquel momento cuando yo llegué a esta casa, en el tiempo en las culpas me atormentaban y hablaba a cada instante sobre mi hija o las necesidades que yo veía necesarias.
Han pasado los años, las culpas se han curado y las rutinas se han vuelto cotidianas y normales... ya no hay culpa.
El divorcio se concretó hace dos años, atrás; pero dice que ocurrió muy tarde; ya no le interesa el matrimonio... ni el compromiso.
Dice que me ama, pero es sólo eso: dice que me ama.
Importa que yo esté en la casa, en mi pieza, trabajando, tocando guitarra, escribiendo, jugando con mi hija, haciendo cualquier cosa, dentro de la casa... pero no con ella.
No importa llamar, usar el teléfono, avisar, comunicar, compartir deseos, planificaciones... sólo comparte experiencias consumadas y momentos lamentables o anecdóticos; los sueños no son para mí, porque no son conmigo.
Tristeza y Soledad son mis amantes y compañeras de cama, noche tras noche.