Pero ese momento se taimó y no da su brazo a torcer.
Tenía tantos deseos que el orgullo todavía tiene comida para mucho tiempo más.
El equilibrio y la noche se quedaron acostadas y durmiendo en camas separadas.
La pasión ha desbordado y los conchos acumulados hacen brotar malezas que recibo como talentos.
Me acurruco en mis pensamientos mirando los recuerdos de una veinteañera que no ha de volver, esperando a una cuarentona que se digne a comprender.
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